miércoles, 10 de agosto de 2011

Ámate

Cambias. Un día te miras y reconoces aquello que has estado viendo durante largo tiempo, y te das cuenta de que ya no eres la misma. Siempre miras hacia atrás, pensando que las cosas fueron como fueron, que ya está y, hasta ahora, no has sido capaz de darte cuenta de que eres mejor por lo que te ha pasado.

Ya no eres la chiquilla que se comía el mundo a patadas, llevándose la razón a su terreno y tapándose los oídos para no escuchar otras razones. Ahora actúas de otra forma, que te gusta más y con la que te sientes mejor. Ahora ya no eres quien fuiste, aunque tardaste en darte cuenta.

Es entonces cuando intentas encontrar el momento en el que cambiaste… y lo encuentras, incluso encuentras quién te cambio. Fue él; él con ese discurso de que estabas perdiendo el tiempo con alguien que sabías que no era para ti; él que decía que acabaríais juntos; él que en realidad no quería estar contigo. Esa persona que te llama cuando se encuentra sola, sólo porque quiere alguien que babee por él.

Fuiste tú, con tu discurso egoísta, disfrazado de altruismo personificado, el que me hiciste cambiar y darme cuenta de que, el amor de verdad no se demuestra con palabritas… da igual que sea una conversación de 3 horas o un viaje de 400 kilómetros, porque tú no sabes lo que es amar a otro.

Fue eso, lo que me hizo darme cuenta de que, hasta hace poco, yo tampoco había amado a nadie. Amamos queriendo que nos amen. Amamos esperando tener la recompensa que nos merecemos por todo lo que hemos dado. Amamos esperando ese abrazo entre risas que te hace sentir única… y eso no es más, que amarse a uno mismo.

Amar siempre ha sido dar sin esperar recibir que, aunque parece realmente fácil de decir, no es tanto de llevar a cabo. Yo creo que es necesario rodearse de la gente adecuada para poder llegar a ese momento en el que te importan más los que están en tu entorno que tú, aunque también es necesario estar totalmente en paz contigo misma.

Porque, cuando tú te aprecias, y sabes que estás bien, es cuando puedes empezar a amar de verdad.

martes, 9 de agosto de 2011

Recuérdate

La perspectiva es el punto en el camino desde el que te giras para ver lo que ya has caminado. La perspectiva es el trozo de plástico con el que te deslizas nieve abajo, alejándote de aquel momento en el que tú eras la protagonista de una película de numerosos desengaños amorosos, esa protagonista que hablaba y pensaba sin actuar y a la que todo le salía bien. La perspectiva es el punto de referencia de tu sistema internacional.

Cada reacción es aceptada por nosotros mismos en un momento y en un lugar determinados, rodeada de unas circunstancias específicas que la respaldan. Todo ese entorno es sobre el que nos apoyamos para reafirmar nuestra creencia de que “estamos en lo correcto”. Es la subjetividad quien, en su esencia pura, nos permite tomarnos las licencias que nos tomamos frente a otros seres humanos, amparándonos en nosotros mismos y en lo que sentimos y vivimos.

Pero nuestra realidad, aquella que sólo nosotros conocemos y que digerimos día a día, abarca más allá de nuestra persona, tiene consecuencias y, con frecuencia, no somos capaces de visualizarlas hasta que sus efectos ya son inapreciables, no somos capaces de reaccionar hasta que la herida es tan profunda que la verdadera cicatriz ni se ve.

Todo esto, todas las pinceladas de lo recorrido que vemos en nuestro giro de 360º cada vez que nos disponemos a recordar, son pedacitos de situaciones que forjan nuestras circunstancias, pedacitos que nos conforman y que, muchas veces, aunque no los relacionamos, son los causantes de nuestra actitud diaria.

Pensar que las pinceladas pueden ser modificadas, corregidas o perfiladas, no es más que pensar en revolver el pasado, en cambiar los colores de nuestra paleta de antaño por los que tenemos en la paleta actual… lo que supone una contradicción en sí misma, teniendo que cuenta que nuestro colores presentes han sido alcanzados después de haber probado previamente con las paletas erradas.

Los lienzos acabados deberían poder colgarse, formando un gran rompecabezas gigante en el que, al verlo con perspectiva, sólo podemos destacar aquellas pinceladas que cada paleta presente logra contrastar con las anteriores. Porque no todas las pinceladas son igual de importantes dependiendo en qué momento son visualizadas, y porque no todas las pinceladas toman la misma importancia dentro de un conjunto orquestado.