martes, 27 de marzo de 2012

El centro del universo

Al comenzar el ensayo, sintió vergüenza, vergüenza de lo que pudieran pensar todas esas chicas que estaban a su alrededor, todas ellas la miraban con curiosidad, sin saber quién era ni cómo se movería. Entonces empezó a sonar la música, su cuerpo temblaba, deslizándose con miedo entre las motas de polvo que flotaban en aquel viejo gimnasio. Uno, dos, tres, cuatro... cinco, seis, siete, ocho... uno, dos, tres, cuatro... cinco, seis, siete, ocho. Su mente se perdió en el ritmo y su cuerpo se convirtió una máquina de ejecución. Sólo veía su reflejo en el espejo, sus movimientos siguiendo el ritmo y sombras que se movían a un mismo compás ennublecidas. En algún momento, miró a su alrededor, y se percató de que cada una de las que allí estaban sólo se veía a sí misma. Ella, que se había creído el centro de todas las miradas por un momento, no era más que una gota dentro de la nube.

Todos nos creemos el centro del universo, seguramente porque somos nuestro propio centro, y ensimismados en nuestra realidad, pensamos que todas las demás también giran en torno a nosotros... pero cada realidad gira con respecto a ella misma.

Posiciónate

Somos entes a los que se nos imponen los cambios y que, cuando esto no sucede, nos los imponemos para forzar nuestra propia evolución. Somos seres sociales que nos negamos a socializar en extrema actividad, intentado fortalecer una piel infranqueable que nos mantenga como nosotros consideramos óptimo. Somos elementos de distorsión general, que absorvemos la energía que nos propician los golpes que recibimos. Somos materia, que ve como todo cambia y, sólo algunas veces, anhelamos perdurar unos días en nuestro mismo estado.

Vemos el tiempo fluir, e intentamos fluir con él. Vemos cómo llegamos a un punto de inflexión, en el que los cambios se superponen, y nos damos cuenta de que no poseemos recursos para afrontar la situación. Adoramos los cambios, porque nos dan más de lo que ya tenemos. Adoramos la interactuación, porque nos inserta en nuevas situaciones en las que damos más de lo que sabemos. Adoramos lo inesperado, porque nos muestra realidades que no conocemos, incluso de nosotros mismos.

Los posicionamientos intuitivos sólo nos demuestran cómo nos han moldeado las situaciones pasadas que ya hemos afrontado. Son los nuevos posicionamientos los que nos permiten avanzar, aunque ello suponga rupturas radicales. El deseo por conseguir algo que no se puede alcanzar, es de los incentivos más fuertes que se pueden encontrar. Y qué pasa cuando ya sabes la resolución, o simplemente ya has puesto todas las cartas sobre la mesa. ¿Qué pasa cuando la curiosidad ha sido resuelta y aplacada... simplemente la inquietud se va y da paso a la pereza y a la apatía... o es la inesperada tranquilidad la que te intranquiliza? Qué sucede cuando no sucede nada. ¿Somos capaces de ver transcurrir el tiempo quedándonos estáticos ante él? ¿Somos capaces de admitir que la complejidad se puede alejar y dar paso a la simpleza? ¿Somos capaces de asumir las facilidades que se nos otorgan en ciertos momentos, o siempre tenemos que pensar que hay algo más? ¿Puede ser verdad que, algunas veces, las cosas simplemente están bien?