domingo, 12 de junio de 2011

Rememórame

Hay recuerdos que se acumulan en lugares… posándose en las esquinas de ciudades esperando que vuelvas a sacudirlos como si de polvo se tratasen. Ciudades donde los recuerdos son los telones de fondo donde fueron vividos y, las personas que los desencadenaron, fantasmas de los que apenas recuerdas sus rasgos. Fantasmas a los que telefonearías sin problemas porque, los recuerdos que dejaron, fueron amables... y fantasmas de los que acabas olvidando que sus intenciones eran perversas.

Existen otro tipo de recuerdos, sin embargo, que vienen a ti como siluetas, sin localización, ni espacio, ni tiempo. Son vivencias patentes que te visitan día a día y de las que no te puedes deshacer. Vivencias poco agradables que generaron personas que valoras como las mejores que pasaron por tu vida.

Curioso es, al final, que no acabes relacionando a las personas por lo que hicieron, sino por como eran. Curioso es, que sigas apreciando a las personas que más lágrimas te hicieron brotar. Curiosos son los recuerdos con los que decides quedarte, frente a los recuerdos que deshechas... porque caprichosos y curiosos son los ojos con los que decides vivir tus sensaciones.

Y de todo lo que recibes o has decidido prescindir, al final sales tú, tú y tu modo de afrontar las situaciones. Y salen tus ideas preconcebidas, como la de que si tu fondo es honrado, recibirás bondad... o como la de que si eres generoso, recibirás aprecio.

Y, a pesar de todo, finalmente ves que la moral inculcada puede ser más o menos extensa, pero que las reglas del juego que cada persona acata guardan diferencias sustanciales. Al final ves, que tú estás sola en tu juego de moralidad y el resto de las personas están con ellas mismas. Al final ves, que no es que tú seas una persona solitaria, sino que el mundo se ha vuelto individualista... aunque no estoy muy segura de si en algún momento no lo fue más que por razones interesadas y egoístas.

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