miércoles, 9 de marzo de 2011

Léeme

En algún momento, tus intimidades dejan de ser algo que exponer y pasan a ser algo realmente tuyo, algo personal que prefieres no compartir. Entras entonces en un Juego de Mimos... expresando a través de tus miradas, gestos y actos, aquello que realmente llevas en el interior.

Pasas a ser un banco más de la colección del parque... de esos en los que los enamorados sólo se declaran en las películas; una farola de románticas calles nocturnas... de esas que se utilizan para cantar bajo la lluvia sólo en los musicales; una carta en tu mesilla de noche... de esas que sólo llegan a su destino en los libros.



Eres inerte, sientes inerte y piensas inerte. Nada de lo que puedas decir, ver u oír es de interés... porque has caído en tu vacío. Tú mismo has dejado pasar el tiempo y has olvidado que debías sembrar para recoger. Nacida de las nieves invernales de enero y viviendo en la nada anónima de la gran capital, tú misma has conseguido aquello que tanto anhelabas... la soledad.



Temiendo despertarte un día percatándote de que realmente a fuerza de decírtelo has conseguido perturbar tu mente, te encuentras en un mar sin salidas, en una colina enclaustrada o mismo en un paraíso envenenado.



No todo lo que deseamos es aquello que queremos. No todo lo que buscamos es lo que queremos conseguir. No todo lo que nos hace sonreír nos hace pasar un rato más agradable.

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