martes, 31 de mayo de 2011

Absórbeme

Dar, podría ser una virtud como otra cualquiera, o quizás, no tan usual como pensamos... porque, aunque no por dar hay que recibir, quizá se agradecería que parte fuese correspondido... quizá el mundo de vez en cuando podría despertar y devolverte una pequeña porción de la energía que has dado... o es que quizá sólo se digna a hacerlo en ocasiones puntuales, mostrándote a otras personas capaces de dar, otras situaciones capaces de desbordarte con su encanto, otros vínculos capaces de entusiasmarte...

Gente que es tendente a dar, que sin más es generosa... gente que disfruta volcándose con los demás y la cuál disfruta de la sonrisa sincera de quien tiene delante. Gente que, por desgracia, suele ser el blanco de numerosos parásitos sociales. Parásitos disfrazados de personas risueñas y llenas de energía... sujetos que aparentemente dan, pero que únicamente se dedican a absorberte y a eludir posibles muestras de reciprocidad.

Sin embargo, por mucho que veas cómo se aprovechan de ti... eres incapaz de albergar rencor. Eres incapaz de interiorizar sentimientos tan extendido para ti misma... y en su defecto, empiezas a saborear lo amargura de las interacciones humanas. Empiezas a acumular experiencias que aumentan la saturación de tu mirada... rozando una percepción en escala de grises. Te gustaría entonces poder olvidar lo aprendido con lo vivido. Te gustaría poder convertirte en amnésico... para poder ver a las personas con una mirada nueva e inocente.

Ven y descúbreme una experiencia llena de bondad, una experiencia que me muestre que el ser humano no es un animal social únicamente por necesidad... necesidad de que lo amen, necesidad de que le ayuden, necesidad de saciar procesos biológicos... ven y descúbreme que, en algún momento de la historia, la necesidad fue pervertida y el ser humano alcanzó la cualidad de la sociabilidad... ven y muéstrame cuán equivocada estoy, mirando a través de mis ojos tristemente ennegrecidos, la realidad coloreada con colores vitales.

jueves, 26 de mayo de 2011

Desvanéceme

Mirarte y humedecérseme el alma. Recordarte e inundarme la pena. Soñarte y sentir cómo mi cuerpo se paraliza. No sé ni cómo, ni cuándo, ni porqué, tú empezaste a influir en mí. No sé cuál es la explicación, ni si la tiene... ni si va a durar, ni si no...

Hasta que llegaste, vivía en una nube indolora, en la que la respuesta a todo era una sonriente carcajada, en la que con paciencia todo se sobrellevaba y en la que se auguraba un futuro mejor. Un pequeño ecosistema que no compartir con nadie, un universo hecho a mi medida en el que acurrucarme, una atmósfera propia que no explicar al visitante.

Pero tenías que llegar tú… y con tu presencia recordarme que hay una parte de mí acallada por las circunstancias. Tenías que llegar tú con tu sonrisa contagiosa a recordarme que, sin tu presencia, el mundo está a medio gas. Tenías que llegar tú para recordarme que haberme acostumbrado a lo que hay, no significa que sea lo que he estado deseando durante este tiempo.

Y agradezco que no tengas tiempo para pensarme... para poder olvidarte, deshaciéndome de las esperanzas que implicas y de la energía que me aportas. Agradezco que me obvies, para poder seguir encerrada en mi cápsula de flores de plástico. Agradezco que me omitas, para que mis lágrimas puedan correr sin sentimiento de derrota. Agradezco y te agradezco porque, habiendo desaparecido tú de mi escena, ya no hay qué plantear. Habiéndome deshecho de tu áurea, ya no te puedo anhelar.

Mis inquietudes no estarán, si tú no las despiertas. Mis penas no aflorarán sin tu mirar. Yo seguiré funcionando en mi personal modo automático mientras tú te mantengas fuera de mi mundo...

Y me sorprendo a mí misma reconociendo que prefiero vivir en modo artificial que quebrándome. Me sorprendo reconociendo que prefiero ser mole que electrón. Me sorprendo negando la realidad… a lo que tanto me he acostumbrado en los últimos años.

Porque no encuentro mayor perversión que la de negarse a uno mismo... y, por tanto, no encuentro mayor decrimento que el mío propio.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Desvincúlame

Podría hablarte y contarte a su vez todas aquellas cosas que se pasean por mi mente al aparecer tu imagen. Podría acercarme y abrirme por primera vez como si la sinceridad no tuviese consecuencias. Podría escucharte y reforzarte con cada palabra que te hiciese llegar.

Y, sin embargo, he preferido callarme y alejarme de ti. Esa historia que te quiero contar hoy, es la historia de quien soy. La que se aleja cuando intuye que las variables la superan. La que calla cuando no quiere descubrirse ante los hechos. La que sabe lo que le gustaría pero cuyos deseos se ven enmudecidos por un torturante escudo protector que roza algunas veces el orgullo.

Trotadora de mundo, conocedora de nada y cicatrizadora de heridas abiertas... ni sé dónde estoy ni dónde pretendo llegar. Me hablas de abismos y de inmensidades que te aterran... y yo ni siquiera he sido capaz de contarte que me llevo sintiendo así demasiado tiempo. Me hablas de sentimientos confusos y de madejas de contradicciones... como si yo no estuviera atrapada todavía entre hilos de punto de cruz y lanas de oveja natural. Me hablas sin que sea capaz de hablarte de mí, fingiendo entre frase y frase que soy distendida y extrovertida. Me hablas desde tu mundo, interesándote por ti y tus circunstancias, mientras yo te oteo en mi lejanía y te intuyo en tu universo paralelo.

Nunca te dije que yo no estuviera igual que tú. Cierto es que me lo callé. No te hablé de mis turbulencias... porque no creía que fuera adeuado. Y creo saber porqué... egoísmo. Ni me quería enfrentar a ello, ni quería influir más de lo necesario en tus decisiones, ni tenía la confianza necesaria para que me vieras como soy. No pretendo ocultarme, no pretendo engañarte, no pretendo protegerme. No pretendo... y aún así lo hago. No pretendo... y aún así te fallo. Crees que eres el único que te torturas... bienvenido a mi mundo. Crees que eres el único que no es capaz de sacar sus obligaciones adelante... bienvenido a mi ciudad. Crees que eres el único que sabe que hay algo más que lo que el mundo que tiene alrededor le exige hacer ahora... bienvenido a mi barrio.

¿Creer que esto tiene que acabar? Te agradecería que lo hicieras. Porque no te conozco, pero me encantaría hacerlo. Porque no sé nada de ti, pero es como si vivieras una vida paralela a mí. Porque no sé que me ha pasado, pero sí que es más grande que yo.

Por eso sólo puedo decirte que tienes razón and This has got to die. Y al decírtelo, volveré a mi crisálida. Al decírtelo se volverá a apagar la luz. Todos encontramos un sitio al que volver cuando nos atrevemos a descubrirnos. Yo no me he alejado tanto del mío. Yo no... yo no quiero conocerte más.

martes, 24 de mayo de 2011

Soléame

Puede que vivas en una ciudad donde conviven 4 millones de personas. Puede que estés en un país con más de 40 millones de habitantes. Puede que el mundo esté lleno de almas interactuando entre sí. Y, aún así, puede que te sientas encerrada en una cápsula de la que no puedes escapar: tu soledad.

Puede que consigas distraerte con pequeñas cosas. Puede que consigas que las horas resbalen entre tus dedos. Puede que, en pequeños instantes, consigas no ver lo que no hay a tu alrededor. Pero cuando abres los ojos... cuando te miras en el espejo recién salida de la ducha... cuando en una imagen no hay nada más que ver que el discurrir del agua por tu pelo y la tristeza que alberga tu mirada... no te queda más remedio que reconocerlo.

Finalmente lo has conseguido. Ya eres una de esas personas acostumbradas a vivir consigo mismas. Ya no tienes a nadie. Ya has conseguido que al estirar la mano no haya otra fuerza tirando por ti.

Situaciones en las que te encuentras en las que no te gustaría quedarte durante mucho tiempo... aunque sepas que se pueden contar por años. Situaciones que se suceden que ya te conoces y que prefieres abortar. Situaciones que vienen y se quedan... Situaciones que un día al pensar en ellas, te das cuenta de que han desaparecido. Situaciones, al fin y al cabo, que se convierten en un estado de vida.