jueves, 26 de mayo de 2011

Desvanéceme

Mirarte y humedecérseme el alma. Recordarte e inundarme la pena. Soñarte y sentir cómo mi cuerpo se paraliza. No sé ni cómo, ni cuándo, ni porqué, tú empezaste a influir en mí. No sé cuál es la explicación, ni si la tiene... ni si va a durar, ni si no...

Hasta que llegaste, vivía en una nube indolora, en la que la respuesta a todo era una sonriente carcajada, en la que con paciencia todo se sobrellevaba y en la que se auguraba un futuro mejor. Un pequeño ecosistema que no compartir con nadie, un universo hecho a mi medida en el que acurrucarme, una atmósfera propia que no explicar al visitante.

Pero tenías que llegar tú… y con tu presencia recordarme que hay una parte de mí acallada por las circunstancias. Tenías que llegar tú con tu sonrisa contagiosa a recordarme que, sin tu presencia, el mundo está a medio gas. Tenías que llegar tú para recordarme que haberme acostumbrado a lo que hay, no significa que sea lo que he estado deseando durante este tiempo.

Y agradezco que no tengas tiempo para pensarme... para poder olvidarte, deshaciéndome de las esperanzas que implicas y de la energía que me aportas. Agradezco que me obvies, para poder seguir encerrada en mi cápsula de flores de plástico. Agradezco que me omitas, para que mis lágrimas puedan correr sin sentimiento de derrota. Agradezco y te agradezco porque, habiendo desaparecido tú de mi escena, ya no hay qué plantear. Habiéndome deshecho de tu áurea, ya no te puedo anhelar.

Mis inquietudes no estarán, si tú no las despiertas. Mis penas no aflorarán sin tu mirar. Yo seguiré funcionando en mi personal modo automático mientras tú te mantengas fuera de mi mundo...

Y me sorprendo a mí misma reconociendo que prefiero vivir en modo artificial que quebrándome. Me sorprendo reconociendo que prefiero ser mole que electrón. Me sorprendo negando la realidad… a lo que tanto me he acostumbrado en los últimos años.

Porque no encuentro mayor perversión que la de negarse a uno mismo... y, por tanto, no encuentro mayor decrimento que el mío propio.

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