viernes, 22 de abril de 2011

Acúsame

Recuerdo que una vez me acusaste de ir en busca de un tal príncipe azul. Me acusaste de perseguir un sueño, de tal perfección imaginable, que no sería posible de lograr. Me acusaste de haber pensado que podrías ser tú, y de dejarte creer tal cosa.

Es probable que fuera culpable. De hecho, desde aquí, entre almohadas y cojines, podría asegurarte que eres mi esperanza, mi prueba de que existen otros parajes por descubrir y de que, quizá alguno de ellos, será mi nueva tierra prometida... pero no me refería a que tuvieses que ser tú. Tú mi grato descampado de amapolas magentas, en el que la mariposas moradas se posarían en mis ropajes verdosos. Tú mi cielo amarillo y mis estrellas diamante. Tú mi postre con frambuesas del tiempo, tropezones de piña y zumo natural de naranja.

Y, aún con todas tus certezas hechas verdad, es posible que te tuviera que parar los pies... porque no, no creo por creer, no creo por ansiar, no creo por volar. Creo porque he visto lo que hay a mi alrededor... y no, no me gustó. Creo porque espero, deseo y, de no ser así, simplemente sonrío.

Pero te agradezco que te hubieras dado por aludido. Te agradezco que un día ondeases tu capa al olor de mi aroma de nenuco. Te agradezco que me mirases entre sueños, para luego acariciar mi cabello.

No soy una princesa. No para tus ojos. No para ti.

Nunca dije que tú me tuvieras que ver así. Nunca dije que tú me tuvieras que sentir. Nunca dije siquiera que debieras pasear tu corcel celeste por mi burbuja de ensueño.

Nunca te dije que yo no me sintiese princesa.

viernes, 8 de abril de 2011

Estréchame

Recuerdo tus palabras de vez en cuando... más por lo que me llenabas que por lo que me haces sentir. Recuerdo tus ojos escudriñándome, mientras las olas del mar llegaban a la orilla. Recuerdo el sonido de tus pasos alejándose mientras yo cogía un autobús. Recuerdo el derroche de sentimientos que me hicieron echarte de mi círculo de intenciones.

Noto la intensidad de tu sombra en mi interior... y la encierro en su mundo. No debe salir. Noto la irradiancia de mis ganas de arroparte... y las echo a los leones. No debe trascender. Noto la inmensidad de mi pena por estar lejos de ti... y la dejo ir. No debe acurrucarse aquí.

Mentiría si dijese que mi memoria no te visualiza con asiduidad. Mentiría si dijese que no tengo nada que decirte. Mentiría si dijese que ya nada me une a ti...

Y por no mentirte tanto, ni tan seguido, te miento diciéndote que no quiero hablar contigo, que no me encuentro a gusto. Y por no volver a dejar mi orgullo por los suelos, me callo y no te cuento los sueños que mis ratos muertos tienen contigo. Y por no ser yo misma y no dejar así que vuelvas a hablarme con ese tono de superioridad, dejo pasar el tren otra vez... una de tantas... convirtiendo nuestra relación en esta estación fantasma, en la que ni la lluvia se detiene.

Una de esas estaciones por las que cuando pasas cierras los ojos. Uno de esos lugares de los que prefieres no recordar su luz. Una de esas atmósferas de las que prefieres no añorar su olor.

Tú eres para mí polvo de estrellas... que se ha quedado en mis poros y que al recibir los rayos del sol brilla. Polvo que cuando me muevo muy rápido se desprende y deja un halo por dónde he pasado. Polvo... de ese que no se ve, pero está.