Recuerdo que una vez me acusaste de ir en busca de un tal príncipe azul. Me acusaste de perseguir un sueño, de tal perfección imaginable, que no sería posible de lograr. Me acusaste de haber pensado que podrías ser tú, y de dejarte creer tal cosa.
Es probable que fuera culpable. De hecho, desde aquí, entre almohadas y cojines, podría asegurarte que eres mi esperanza, mi prueba de que existen otros parajes por descubrir y de que, quizá alguno de ellos, será mi nueva tierra prometida... pero no me refería a que tuvieses que ser tú. Tú mi grato descampado de amapolas magentas, en el que la mariposas moradas se posarían en mis ropajes verdosos. Tú mi cielo amarillo y mis estrellas diamante. Tú mi postre con frambuesas del tiempo, tropezones de piña y zumo natural de naranja.
Y, aún con todas tus certezas hechas verdad, es posible que te tuviera que parar los pies... porque no, no creo por creer, no creo por ansiar, no creo por volar. Creo porque he visto lo que hay a mi alrededor... y no, no me gustó. Creo porque espero, deseo y, de no ser así, simplemente sonrío.
Pero te agradezco que te hubieras dado por aludido. Te agradezco que un día ondeases tu capa al olor de mi aroma de nenuco. Te agradezco que me mirases entre sueños, para luego acariciar mi cabello.
No soy una princesa. No para tus ojos. No para ti.
Nunca dije que tú me tuvieras que ver así. Nunca dije que tú me tuvieras que sentir. Nunca dije siquiera que debieras pasear tu corcel celeste por mi burbuja de ensueño.
Nunca te dije que yo no me sintiese princesa.
Es probable que fuera culpable. De hecho, desde aquí, entre almohadas y cojines, podría asegurarte que eres mi esperanza, mi prueba de que existen otros parajes por descubrir y de que, quizá alguno de ellos, será mi nueva tierra prometida... pero no me refería a que tuvieses que ser tú. Tú mi grato descampado de amapolas magentas, en el que la mariposas moradas se posarían en mis ropajes verdosos. Tú mi cielo amarillo y mis estrellas diamante. Tú mi postre con frambuesas del tiempo, tropezones de piña y zumo natural de naranja.
Y, aún con todas tus certezas hechas verdad, es posible que te tuviera que parar los pies... porque no, no creo por creer, no creo por ansiar, no creo por volar. Creo porque he visto lo que hay a mi alrededor... y no, no me gustó. Creo porque espero, deseo y, de no ser así, simplemente sonrío.
Pero te agradezco que te hubieras dado por aludido. Te agradezco que un día ondeases tu capa al olor de mi aroma de nenuco. Te agradezco que me mirases entre sueños, para luego acariciar mi cabello.
No soy una princesa. No para tus ojos. No para ti.
Nunca dije que tú me tuvieras que ver así. Nunca dije que tú me tuvieras que sentir. Nunca dije siquiera que debieras pasear tu corcel celeste por mi burbuja de ensueño.
Nunca te dije que yo no me sintiese princesa.